¡Buenas otra vez!
Ya os estoy imaginando con la mano en la barbilla y mirando al cielo mientras os preguntáis si sería posible que este año no hubiéramos estado en el Maratón de Madrid. ¡Pues claro que estuvimos! Y muy bien representados por uno de nuestros corredores más avezados, Óscar Pérez. Así que vamos al lío y a intentar contar lo que nuestro compañero vivió en esta edición.
A los muchos que ya la conocéis, no os descubro nada si os cuento que es una carrera con un recorrido que atraviesa las calles más bonitas de Madrid, pero muy exigente por el perfil altimétrico ya que acumula casi cuatrocientos metros de desnivel positivo que hacen pagar caro el atrevimiento al corredor que se pone en la salida sin la preparación adecuada.
Pero este no fue el caso de nuestro compañero. Óscar llegó al gran día para ocupar su posición en el cajón de salida con los deberes bien hechos, con semanas de concienzudos entrenamientos y tiradas largas a pesar de que la climatología de esta primavera no acompañaba y no se lo puso nada fácil. Los que le conocemos sabemos que no hay tormenta ni aguacero que lo amilane, que es cumplidor como pocos y no falla salvo fuerza mayor.
Momentos previos a la carrera.
Mañana de maratón, hora de la verdad y de sacudirse los nervios, emoción a tope y... ¡disparo de salida por fin! Óscar sale lanzado, decide arriesgar porque sencillamente hay veces en las que hay que hacerlo y siente que hoy es el día. Se encuentra fuerte y además sabe que cuenta con el inestimable apoyo de Alberto que se ha comprometido a acompañarle en parte del recorrido y hoy se va a convertir en su red de seguridad. Los kilómetros pasan uno tras otro sin problemas. El diez queda pronto atrás. Cruza el arco de media maratón sin rastro de fatiga aún y sigue adelante con confianza. Pero la prueba reina siempre es imprevisible y espera su momento para recordarnos quién manda y a nuestro compañero le estaba esperando en el kilómetro treinta y tres. Aún así, Óscar supo recomponerse apoyándose en Alberto y tirando de coraje y corazón, y todavía a buen ritmo, recorrieron juntos los kilómetros que les separaban de la meta. El crono se paró en 03:23:32, un tiempo con el que muchos ni nos atrevemos a soñar y solo al alcance de corredores de la calidad de nuestro amigo, que en un maratón tan castigador como este tiene muchísimo más valor aún. ¡Enhorabuena, máquina!
Y para que veáis lo bien que le queda a Óscar la merecida medalla de "finisher" al cuello y el gran binomio que formaron nuestras dos balas azules ese día, os dejamos un par de imágenes que dan fe de de lo descrito.
Óscar con su merecidísima medalla.
Compartiendo el mérito entre compañeros.
Con la cabeza ya en la siguiente... ¡nos vemos con las "zapas" puestas!
¡Muchos y felices kilómetros!